Desde un pensamiento intelectual suele criticarse la importancia que le damos a cómo nos vemos. Hay muchas teorías de por qué se ha tachado este tema como algo banal y superficial. Por un lado, están los grandes pensadores quienes suelen proponer un estado mental, alejado de experiencias corpóreas y, por otro lado, tenemos unas condiciones sociales que suelen hacer ver este asunto como algo exclusivo para ciertos sectores, por lo tanto, algo discriminatorio.
Si bien nuestra apariencia no nos define como personas, si comunica constantemente al mundo parte de quienes somos. Por esto, en este post vamos a analizar diferentes perspectivas de por qué nos importa el cómo nos vemos.
Empecemos por la ropa. La dinámica del vestir en un principio surgió como necesidad. Los humanos vivíamos en un ambiente hostil, a merced del frío y del sol, por lo que las pieles de los animales cazados para alimentarnos fueron aprovechadas para cubrirnos y así protegernos. Inevitablemente, al suplir esta necesidad se generó un lenguaje, una forma de comunicación. Seguramente las pieles de los animales más grandes y peligrosos comunicaban el poder de aquel quien las portaba pues esto era la prueba de lo astuto y fuerte que fue esta persona para poder cazarlos.
A medida que fuimos configurando y transformando nuestros grupos sociales, fuimos desarrollando vestimentas que nos facilitaban vivir el día a día. Por supuesto, los materiales, las técnicas y las formas con que se hacían estas vestimentas, daban cuenta de la identidad de quienes las hacían o las portaban y más delante también, de quien pudiera pagar por ellas. Unos zapatos altos, por ejemplo, comunicaban que la persona que los usaba probablemente no realizaba actividades físicas típicas de la agricultura, pues le resultarían muy incómodos y poco prácticos. Otro ejemplo interesante, es el uso de color, la ropa oscura era típica de la clase trabajadora, que no podía permitirse un cambio de prendas constante, y los colores oscuros disimulaban muy bien la suciedad producida por sus labores.
Otro factor importante en el desarrollo de la vestimenta es la religión. Los códigos presentes en diferentes religiones regulan la manera en que las personas se ven. Las prácticas religiosas que se desprenden del cristianismo, por ejemplo, promovían atuendos austeros, como una muestra de sencillez, y de abandono de las experiencias mundanas y terrenales. Quizás la manera en que vemos más evidente el control de las religiones sobre el vestuario es la manera en que se fiscaliza la exposición del cuerpo femenino, el cual debe ser cubierto pues de lo contrario resulta tentador.
Pero el cómo nos vemos no solo depende de la ropa, sino a todo lenguaje visual que nos representa. Como bien lo analizaba John Karl Flugel psicoanalista inglés hacia 1930 “Existen pueblos que no se visten, pero no existen pueblos que no se decoren”. Aún hoy en día encontramos comunidades que no usan mucha ropa, pero es evidente en ellas algún tipo de accesorio o pintura que da cuenta de qué papel juega cada persona en su círculo social. Es así como el maquillaje y los accesorios también se hacen parte relevante de nuestra imagen y también comunican quienes somos.
Ahora, en un mundo globalizado, en donde tendemos a replicar comportamientos no tan regionales, posiblemente vemos perdida esa esencia de comunicar quien soy en mi entorno. Posiblemente el tipo de ropa que yo uso, lo usan también mis amigas, y en general todas nos vestimos, maquillamos y hasta nos comportamos de la misma manera. Entonces al preocuparme por mi imagen, ¿Sigo comunicando quién soy?
Probablemente, tus amigas y tú en un principio si están comunicando el mismo mensaje, sobre todo ante aquellos que nos las conocen y esto nos lleva a reflexionar sobre otro factor relevante en cómo decidimos vernos y es el Pertenecer. En el pasado, el pertenecer a un grupo nos garantizaba protección, seguridad y menos posibilidad de morir por un ataque, pero para pertenecer se debe contar con elementos en común a ese grupo y la apariencia es quizás la forma más evidente de demostrarlo. Ahora, si bien se comparten elementos en común, los integrantes de un grupo siguen siendo individuos independientes, cada uno con sus fortalezas y debilidades y es por esto que ser parte de un grupo también es importante, pues enriquece nuestras vidas, ya que de cada persona con la que compartimos quedan aprendizajes.
Ahora, después de ver cómo nuestra preocupación por el cómo nos vemos surgió por necesidad de protección, de comunicación y de pertenecer, vamos a pasar a esto que algunos han tachado de superficial: El disfrute y el gozo que encontramos en decidir cómo queremos vernos.
Como muchas otras actividades que realizamos, ya sea salir a comer a un lindo restaurante o ver un partido de fútbol, el vestirse y arreglarse no es un tema del que dependa nuestra vida, pero si es una actividad que nos llena de placer.
Cuando practicamos actividades que nos producen placer, nuestro cerebro genera endorfinas, sustancias químicas que funcionan como neurotransmisores que son capaces de reducir los niveles de estrés, inhibir la ira, la ansiedad e incluso la tristeza; también alivian el dolor y hasta fortalecen nuestro sistema inmune. Es decir, disfrutar de cómo nos vemos nos trae bienestar físico y mental.
Ahora reflexionemos sobre los beneficios cognitivos de preocuparnos por cómo nos vemos. Así como cuando se analiza una pintura o una obra arquitectónica, podemos dar cuenta de que nuestra apariencia es compleja. Ya hemos visto que está llena de códigos que comunican y, ahora bien, a nivel estético, sus configuraciones implican un proceso analítico, pues combinar colores, formas, materiales, estilos y tendencias, requiere de un nivel de pensamiento que implica condensar en solo una imagen nuestros conocimientos y experiencias entorno a lo estético. Estamos ejercitando nuestro cerebro así lo hagamos de una manera inconsciente.
Concluyamos este post mencionando a dos grandes genios, Steve Jobs y Albert Einstein quienes como muchos otros de sus pares preferían vestir siempre lo mismo para no tener que gastar energía al pensar en que ponerse. Probablemente si les hubiéramos preguntado por cómo se querían ver, lo habrían descrito como algo sin importancia, pero su mismo comportamiento en cuanto al vestir implica que es un tema que requiere atención, una atención tan importante que parecía restarles energía para cumplir sus tareas en innovación y ciencia. Y que aún sin quererlo, trabajaron en ella de una manera tan concreta que hoy en día podemos recrearlos perfectamente en nuestras mentes, con la ropa que solían llevar. Además, si Jobs y Einstein hubieran disfrutado el elegir cómo se veían, probablemente hubieran generado suficientes endorfinas para disminuir el cansancio y así ser más productivos :D